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Juan Diego Flórez: «La música puede cambiar la sociedad»

8/11/2017 |

 


El cantante, que acaba de ofrecer un concierto en Madrid, prosigue con su proyecto «Sinfonía por el Perú», que reúne a siete mil niños en todo el país

Divo es, según la Real Academia Española, «un artista del mundo del espectáculo, y en especial de un cantante de ópera, que goza de fama superlativa». Juan Diego Flórez (Lima, Perú, 1973) es, por lo tanto, un divo. Basta anunciar un concierto suyo o una función de ópera en la que él participa para que las entradas se agoten a las pocas horas. Flórez -poseedor de una de las más bellas voces de tenor de la actualidad, unida a una técnica impecable-, ha visitado Madrid para ofrecer un singular concierto privado organizado por la Fundación Telefónica -que colabora con el cantante en su proyecto social «Sinfonía por el Perú»-, con el que ha rendido homenaje a sus voluntarios.

 

Este concierto ha sido un poco especial...

Sí, es un homenaje a los voluntarios de Telefónica, que hacen tanta labor en diferentes países. De hecho, hay canciones de las diferentes zonas en que trabajan: Chile, Perú, Brasil, Colombia, España... Y uno de los aspectos interesantes de este concierto es que hemos traído a treinta chicos de Sinfonía por el Perú, algunos de ellos muy jóvenes; hay un trompetista de doce años...

 

¿Y tiene pulmones con esa edad para tocar la trompeta?

Los treinta chicos se han unido a otros treinta músicos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Y cuando este chico ha tocado su solo, estos se quedaron con la boca abierta.

 

Últimamente está muy volcado con Sinfonía por el Perú.

Es un proyecto de inclusión social que creamos hace ya seis años. Tenemos siete mil niños que tocan en orquestas y cantan en coros; los niños empiezan normalmente en un coro y luego pasan a una orquesta, pero mantenemos los primeros. El coro central del proyecto tiene doscientos niños y la orquesta central tiene otros doscientos.

 

¿De qué edades?

La edad media en la central es de once o doce años, pero en los núcleos -veintiún centros en todas las zonas de Perú, que son la verdadera razón de ser del proyecto-, los niños entran a partir de los seis o siete años. Apenas ingresan les ponemos a tocar en orquestas o cantar en coros. Siendo niños de los barrios y las zonas más pobres del Perú se aferran a los instrumentos y a su nueva familia, que es la orquesta, de manera impresionante; y les cambia la vida, porque en la orquesta encuentran la autoestima que no tienen fuera. Ellos tienen el peligro de caer en drogas, en criminalidad, de entrar en gangs, y terminan tocando un violín o un clarinete en lugar de empuñando un arma. Esa es la idea.

 

Es una manera muy palpable y nada etérea de cómo la cultura puede ayudar a los seres humanos a ser mejores...

Es un modo de evitar la exclusión social de estos niños. Hemos aprendido que la música puede transformar la sociedad a partir de los niños. Y lo hemos medido, además. En Sinfonía por el Perú hicimos un estudio que demuestra que los niños que están en nuestros núcleos mejoran sus notas en el colegio. Se hizo una comparación durante dos años entre los niños que pudieron entrar en el proyecto y los que no -lamentablemente, no tenemos espacio para todos, se presentan unos dos mil niños y solo podemos aceptar a cuatrocientos-; y el resultado fue que los niños que entraron en Sinfonía eran mejores en todos los aspectos, tanto en las distintas asignaturas como en conducta. Se sienten mejor en casa, sienten más alegría, tienen más autoestima, son más creativos... Demostramos que la música puede transformar la sociedad. La música es algo misterioso, que entra en el alma y transforma, tiene algo que no se puede explicar, pero que te hace pensar y ser mejor.

 

Para poner en marcha este proyecto necesitaría ayuda... Simplemente la compra de instrumentos ya requiere mucho dinero.

Lo fundamental son los patrocinadores que puedan pagar un centro, un núcleo. Al principio éramos nosotros los que teníamos que ir a buscarlos, pero ahora nos encontramos con empresas o fundaciones que nos dicen que quieren abrir un núcleo. Son empresas que pagan a los instructores, compran los instrumentos, pagan el local... Nosotros nos ocupamos de gestionar todo. Acabamos de abrir, por ejemplo, el núcleo digital de Telefónica; es un núcleo como los demás, en el que los niños, además, aprenden música -teoría, solfeo, lectura, cómo cuidar su instrumento- a través de aplicaciones y de tablets... Pueden conectarse con profesores que están en otras ciudades del Perú, o incluso en otros países, a través de internet, y recibir clases individuales o grupales. Lo inauguramos a finales de junio. Y tenemos núcleos financiados por entidades internacionales, otros por gobiernos regionales... Éste puede ser un modelo muy positivo. Aun no tenemos la ayuda del gobierno central peruano, pero creo que va a llegar, porque tenemos la simpatía del ministro de Cultura, que es hincha de nuestro proyecto, y que ya nos ha acompañado a Ayacucho. Usted sabe que Ayacucho fue el centro de la ideología terrorista, fue muy golpeada por esta lacra, y parece que vamos a poder abrir un núcleo allí.

 

¿Cuántos núcleos hay en estos momentos?

Veintiuno. Tenemos uno en el Rimac, en la ciudad de Lima, que tiene un núcleo central y cuatro satélites en El Cerro San Cristóbal, que es un lugar peligroso. El Rimac, además, es la cuna de la música criolla peruana, y ese núcleo central tiene una especial dedicación a esta música: la negra, la marinera, el vals criollo. Y tenemos esa parte de música popular.

 

¿Y los chicos también reciben clases de otras disciplinas?

Van normalmente por la mañana al colegio, y por las tardes tienen tres o cuatro horas en los núcleos y en las orquestas. Hay distintos niveles, se van dividiendo según las edades. Los mejores de cada núcleo pasan a formar parte de la orquesta central, que a la vez también se dividirá en una orquesta juvenil y otra de mayores. La dinámica es que los chicos que ya tienen un nivel alto serán los profesores; la idea es que un niño enseñe a otro niño, y que una orquesta engendre otra orquesta.

 

Proyectos como éste son básicos en cualquier lugar del mundo, pero ¿son más necesarios en Latinoamérica?

Sí, porque hay dos elementos: por una parte, la necesidad que tienen los niños de sentirse alguien, de saber que alguien se preocupa por ellos, de que alguien les aplaude, incluso... Es muy poderoso el aplauso para los niños. La exclusión social significa el abandono, significa que nadie se interesa por ellos. La pobreza es eso: no sentirse nadie. Y por otro lado está el elemento artístico. Perú es muy musical. Hay un hervor, un fermento, en la gente; una predisposición natural a la música, y apenas les pones a los niños un instrumento en las manos responden inmediatamente; incluso más rápido que un niño europeo, porque la necesidad y las ganas de sentirse felices hace que los niños quemen etapas y toquen inmediatamente.

 

¿Cuál es su implicación? ¿Le quita mucho tiempo a su carrera de cantante? ¿Cómo saca tiempo?

La tecnología me ayuda, porque estoy conectado por teléfono, por Skype, por WhatsApp... Sé lo que pasa y estoy informado en todo momento. Tengo que intervenir porque si se va a abrir un nuevo núcleo, por ejemplo, tengo que ser yo quien hable con los patrocinadores, tengo que prometer que iré... Pero no es un trabajo que me cueste, porque me gusta. Voy todos los años a hacer un concierto benéfico, a estar con los chicos. No me da más el tiempo, pero estoy permanentemente conectado.

 

El trato con los chicos debe de ser muy enriquecedor...

Y eso no me lo esperaba. Lo que me iban a dar, cómo te agradecen lo que haces por ellos... Y cuando se trata de miles de niños... Hicimos un concierto benéfico para las víctimas de las últimas inundaciones por el Niño, con cuatrocientos niños en el escenario. Y todos se me acercaron al mismo tiempo queriendo agradecerte, tocarte... La emoción es muy grande, porque estos niños son felices porque tienen la música. Y sientes que has hecho algo por ellos.

 

¿Y de algún modo, consciente o inconsciente, siente que todo esto ha influido en su forma de cantar? Su instrumento es usted mismo, su alma, sus emociones. ¿Nota si canta de modo distinto?

La creación de Sinfonía para el Perú coincidió con el nacimiento de mi primer hijo. Es algo que te toca, te cambia y mejora como persona: ser padre te hace ver el mundo de otra manera, porque lo importante no eres tú, ni es tu carrera; lo más importante es tu familia y tus hijos. Y yo además tengo a todos estos niños, que han ido multiplicándose, y que de algún modo son también tus hijos. Eso te toca y te enriquece, y seguramente cuando uno canta lo hace también de otro modo.

 

Hablando de cantar; acaba de publicar un disco con música de Mozart. ¿Ha llegado ya el momento de abordar este repertorio?

Mozart siempre ha estado presente en mis conciertos. Muchas de las arias de este disco ya las he cantado en recitales o conciertos; no he cantado óperas completas por una u otra razón. Normalmente porque los teatros me querían para cantar Rossini, Bellini, Donizetti, Gluck... Roles de mucha dificultad, con agudos, coloraturas... Y nadie me ofrecía Mozart, porque en realidad hay varios tenores de Mozart; es más difícil encontrar tenores belcantistas, y todos los teatros me querían para este repertorio. A veces sí me han ofrecido una ópera de Mozart, pero los personajes de los tenores mozartianos, en general, son casi secundarios...

 

A Alfredo Kraus no le gustaban, decía que eran poco interesantes

Claro. Hay algunos que sí lo son: «La clemenza di Tito», «Idomeneo», «La flauta mágica»... Esas óperas sí me gustaría hacerlas, y estoy en conversaciones con Viena en este sentido.

 

Pero ¿todavía no le ha llegado el momento de pasar del repertorio belcantista a otro más «pesado», como suele ser habitual entre otros cantantes?

Ya he cantado papeles como «Werther», que hace seis o siete años no pensaba que iba a cantar. También he cantado «Romeo y Julieta», «Los cuentos de Hoffman», «Lucrezia Borgia»; voy a hacer «La traviata», «Norma»... Sí, hago papeles diferentes, aunque no he dejado -ni quiero hacerlo- de cantar Rossini. Pero básicamente, las óperas nuevas que canto son completamente nuevas para mí: obras del repertorio romántico francés y óperas italianas que no me planteaba cantar hace un tiempo. La voz ha cambiado y eso me permite abordar este repertorio.

 

¿Mozart es un maestro de canto además de un gran compositor?

Mozart es difícil de cantar. No por el virtuosismo, sino porque se mueve en unas pocas notas, que además son difíciles de gestionar. Están en el centro, nunca van muy arriba, sino más bien lo contrario... Me resulta incómodo cantar Mozart; antes lo era más, ahora me resulta más cómodo cantar en el centro de la voz. Cuando cantas en el centro hay que aprender a vivir en el centro. A cantar en el centro se aprende: yo siempre canté en el pasaje y en el agudo, sobre todo.

 

No es infrecuente el caso de cantantes de su generación hayan tenido problemas de voz al llegar a determinada edad. ¿Es consecuencia de las exigencias actuales del mundo de la ópera?

No, yo creo que no. Pienso que hay dos razones fundamentales. Una es el cambio que se produce al llegar a los cuarenta años, y eso puede comportar una crisis en algunos cantantes, que después ya no se encuentran. Hay que ajustar la técnica y el modo de cantar a esa voz un poco diferente; si superas eso, tienes otra carrera. Por otra parte, la higiene vocal es muy importante. No es que haya que limpiarla con un cepillo (ríe) Los cantantes viajamos a todo el mundo, estamos siempre en aviones, en ambientes secos; en ciudades secas, como Madrid. Tomamos vino, cerveza... Los escenarios están llenos de polvo, llevamos los trajes apretados, la pajarita en los conciertos... Pero hay que cantar, y sin micrófono. ¿Qué es lo que hay que tener? Una buena técnica. Es lo único que te va a salvar. Para mí es lo más importante, además de no cantar demasiado. Yo dejo dos días al menos entre función y función. Y descansar, no forzar la voz, no empujarla. Y de ese modo vas a cantar siempre. Pero a veces hay razones ajenas a todo eso, cuestiones fisiológicas, congénitas. No sé los problemas que habrá tenido cada cantante, pero sé que normalmente son esos.

 

¿Qué proyectos tiene ahora inmediatos?

Estoy hasta finales de año haciendo conciertos en todo el mundo para presentar el disco de Mozart. En enero canto por primera vez «Los cuentos de Hoffmann», en febrero voy a la Scala de Milán para cantar «Orfeo», de Gluck; en abril canto «Lucia di Lammermoor» y «Lucrezia Borgia» en Múnich, y a finales de año hago una nueva producción de «La traviata». Y antes, en verano, canto «Ricciardo e Zoraide», de Rossini, en el festival de Pesaro. El año que viene tengo mucha ópera. No sé cómo se ha concentrado todo, pero es mucha ópera. Demasiada. Es pesado por la familia; los conciertos, en este sentido, son lo ideal, porque puedes espaciarlos, uno cada cuatro días. Haces uno, y vuelves a casa. Pero con la ópera es más difícil. Los ensayos te obligan a quedarte mucho tiempo en cada ciudad; te puedes llevar a la familia, pero en mi caso el niño ya va al colegio... Es una complicación.

 

Y por último. Usted ha cantado a menudo en el Liceo de Barcelona; no puedo dejar de preguntarle por cómo ve la situación política que se ha creado en España a raíz del independentismo.

El mundo entero está muy atento a esta situación. Me gusta mucho el Liceo, donde efectivamente he cantado mucho. Creo y espero que se arreglará... Como todo se arregla.

Julio Bravo
Abc

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