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Achúcarro: "Cada respuesta engendra otra pregunta"

11/8/2017 |

 

 

El pianista Joaquín Achúcarro JOSÉ AYMÁ

Joaquín Achúcarro es un joven pianista de 85 años que sigue estudiando nuevas partituras, que se levanta en la noche para estudiar y que sigue dando recitales por medio mundo. De ello habla en esta entrevista

El gran pianista Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) ha completado otra temporada más de magisterio en la Meadows School of Arts de Dallas, perteneciente a la Universidad Metodista del Sur (SMU), y pasa el verano en España repartiendo su tiempo entre el descanso, el estudio y diversos conciertos y homenajes. El próximo se lo dispensan el próximo 20 de agosto en el Festival de Torroella de Montgrí cuatro ex alumnos suyos de la SMU: Alessio Bax, Lucille Chung, Daniel del Pino y Marta Espinós, que lo van a agasajar con los conciertos para uno, dos, tres y cuatro pianos de Bach.

 

Maestro, ¿qué recuerdos guarda de su llegada a Dallas? Han pasado ya 27 años.
Fue en mi tournée de Estados Unidos de noviembre de 1988 (¡13 conciertos en 24 días!), de la que guardo un recuerdo muy especial del Cuarto de Rachmaninov con la Filarmónica de Nueva York y Mehta. Toqué también en Dallas con la Orquesta y me invitaron a dar un recital y dos master classes en la SMU. Yo no sabía que estaban buscando un pianista para su cátedra especial. Al parecer hubo 150 solicitudes de pianistas en activo, pero después del recital la facultad de piano fue a decirle al decano que ya no buscara más.
Uno le escucha y comprueba que sigue tocando a Debussy, Ravel o Chopin con la misma delectación del primer día.
Con las obras maestras pasa una cosa muy curiosa, y es que crecen. Tocas una pieza y sale bien, luego la sigues estudiando y cada vez aparecen facetas nuevas. Ocurre como con cualquier tipo de investigación. Primero fue el microscopio, luego el microscopio electrónico, ahora los de última generación: cada vez se accede a un mundo más profundo y cada respuesta engendra otra pregunta. Con la música sucede lo mismo.
Usted tuvo una gran amistad con Alicia de Larrocha, a quien no sé si valoramos en España en su justa medida.
Alicia fue la primera que tocó en un recital la integral de Iberia de Albéniz, y cómo lo hizo... Cuando toco piezas de Iberia pienso en ella inevitablemente. Cómo nos hemos querido y cuánto la echo de menos. En cuanto a lo de valorarla, en EEUU le daban al salir al escenario la ovación que cualquiera de nosotros quiere tener al final de un concierto. Piensa en lo gigantesco de su carrera y de su repertorio: el Segundo de Brahms, el Tercero de Rachmaninov, los dos de Ravel, todo. Tengo una foto de las manos de los dos y hay que revisar eso de que Alicia tenía la mano pequeña: su dedo meñique, para mí lo quisiera; podía ponerlo prácticamente en ángulo recto con el resto de la mano, y en la foto se ve que sus dedos abarcan casi la misma extensión que los míos.
A estas alturas, ¿qué le impulsa a usted a seguir llevando esta vida frenética de conciertos?
Quizá lo mismo que le lleva a un drogadicto a pincharse, no lo sé. El seguir buscando, la necesidad de hacer ese pasaje un poco mejor... No puedo dejarlo: lo tendré que dejar en algún momento, pero de momento continúo; intento estar en buena forma, ser avaro con mis energías para gastarlas en el momento oportuno.
Eso es aplicable a su vida y a su forma de tocar, ¿no es cierto?
Sí, en la vida trato de ser avaro durmiendo todo lo posible, aprovechando cuando se te cierran los ojos, parando cuando llevas dos horas estudiando al piano y tu cuerpo se levanta y se pone a hojear un libro sin que tú le hayas dicho que lo haga. No hay que olvidar que tocar el piano, además de la enorme concentración mental que requiere, es un hecho muscular y que, por tanto, hay que tener los músculos preparados, pero no pasarte para evitar las tendinitis o las bursitis.
¿Alguna vez le han afectado?
He estado cerca en varias ocasiones, pero las he salvado en general. Una vez, en Viena, mientras preparaba el Segundo de Brahms, tuve que parar una semana porque me lesioné el meñique de la mano derecha de darle a las teclas con tanto entusiasmo.
Pero usted es como esos tenistas que juegan sin aparente desgaste. Es el Federer del piano.
¡Ojalá! Así me llama la madre del director Miguel Harth-Bedoya. Es una cuestión de aprovechamiento de la energía, de procurar que cada movimiento que hagas prepare el siguiente. Como en el snooker: esos sí que son unos genios dándole a la bola para que vaya al agujero y luego quede en el lugar preciso para el siguiente golpe. Volviendo al piano: el sonido tiene sus leyes y el cuerpo tiene las suyas, y se trata de conjugarlas sin castigar los músculos; yo he probado con diferentes posiciones hasta dar con la idónea para mí. Hay que tener cuidado también con el síndrome magister dixit y pensar en lo que mejor te funciona a ti.
Hay intérpretes incapaces de saltarse lo que les enseñaron sus maestros.
Así es. Pero piensa en todos los innovadores desde Galileo; cualquier avance relevante proviene de alguien que ha pensado muchísimo. Como creía Ortega, cada siete años hay una manera distinta de pensar. Ahora la gran novedad son los teléfonos móviles, aunque la verdadera revolución llegará cuando un teléfono pueda hacer bacalao al pil-pil.
Cómo es un día normal suyo, de docencia, en Dallas?
A veces me presento en mi estudio a las 5.30 porque me he despertado, trabajo hasta que el cuerpo se levanta solo, como decía antes, entonces regreso al apartamento a echar una siesta, desayuno, vuelvo a estudiar otro rato antes de que lleguen los estudiantes. A mediodía intento ir a nadar, y por la tarde sigo una rutina parecida.
¿El ego es un problema para usted?
Ninguno. Hay un refrán español que dice "cada renacuajo tiene su cuajo". Todos tenemos nuestro ego, pero hay que ser conscientes de que tenemos límites, aunque no sepamos dónde están.
Creo que no deja usted de estudiar repertorio nuevo.
Siempre. Ahora mismo, las Variaciones sobre un tema de Chopin de Mompou, que quiero añadir a un recital Chopin donde están los 24 Preludios, que sigo estudiando y que para mí son nuevos cada vez, aunque los haya tocado muchísimo.
¿Con qué pianistas se queda, de los que ha escuchado en directo?
El primero, Rubinstein, a quien mi padre escuchaba en Madrid durante la Guerra Europea. Cuando pude oírlo por fin, tenía ya 80 años y pensábamos que quizá era la última vez que lo veíamos, así cada año... Me impactaba siempre su impronta de musicalidad noble y perfecta; de vez en cuando hacía una chapuza maravillosa que le había ahorrado 20 horas de trabajo. Tampoco puedo olvidar a Gieseking.
¿Y de los de hoy?
Es difícil dar nombres, porque además casi todos son amigos: Zimerman, Pollini, Perahia, Argerich, Ax y un largo etcétera. No tengo problema en dar al César lo que es del César. De los jóvenes, Trifonov, con quien coincidí en el Festival de Verbier. Y tiene ventitantos años... De los que han sido alumnos míos, hay tantos buenísimos... Si tengo que dar un nombre, Alessio Bax, que ganó los concursos de Hamamatsu y Leeds; es un pianistazo, un gran artista, y está haciendo una carrera preciosa.
¿El virtuosismo tiene valor como mecanismo de proselitismo musical?
Es lo primero que quieren los jóvenes, batir el récord de velocidad. Al menos tienen preparados los músculos para cuando empiecen a pensar en otras cosas.
¿Tiene la sensación de haber grabado poco?
Quizás, pero ha sido elección mía. Grabé 12 LP con RCA, pero cuando llegó el sonido digital, no me gustó y dejé de grabar. Luego he retomado, he grabado otra docena de CD, pero mi problema es que quiero grabar cuando la obra elegida la he digerido y comprendido y forma parte de mí, y ahora se graba con otros parámetros de catálogo y de otro tipo. En todo caso, va a salir un CD con la Orquesta Nacional y Juanjo Mena, que ya está grabado, y en septiembre grabaré un disco con los Preludios de Chopin.

Las mejores grabaciones del maestro

Pese a haberse prodigado menos de lo deseable en el estudio, el maestro ha dejado una buena decena de discos memorables, y los que vendrán. De Chopin, uno de sus autores fetiche, grabó en RCA el Vals en si menor y en Nocturno núm. 2 en un vinilo que incluía también piezas de Mompou, Guridi y Debussy y partes de la Iberia de Albéniz. Otro disco señero, editado por Sony Classical con el título Música española (por un maestro del piano), contenía las Noches en los jardines de España y otras obras de Falla, Albéniz, Granados, Turina y Mompou.

El mismo sello publicó otro monográfico Falla del pianista bilbaíno y su recopilatorio de Goyescas de Granados, Danzas de El sombrero de tres picos y El amor brujo del gaditano y Navarra y Tango de Albéniz. En RCA puede encontrarse también la versión de Noches en... dirigida por Eduardo Mata al frente de la London Symphony Orchestra.

Pocos pueden presumir de haber creado uno de los 100 discos más bellos de siempre, y ese privilegio le cabe a Achúcarro por su registro del Concierto Macabre de Bernard Hermann, según el criterio de la revista Diapason. Su dominio soberano del repertorio francés se muestra en todo su esplendor en un disco prodigioso con los dos conciertos para piano de Ravel junto a la Sinfónica de Euskadi.

 

P. UNAMUNO
El Mundo

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